Tristeza insoldable, irremediable... aplasta el alma, produce jaquecas.
El corazón no piensa, es muy estúpido, y el cerebro no tan omnipotente como nos lo pintan... movimiento, descontrol, energía, explosión.
Sufrimiento, compartido, intencional, litúrgico. Deseos degustables, palpables, prohibidos.
Preguntas todas sin respuesta, inquietantes, inciertas, inevitables.

Un callejón sin salida, en una noche donde las estrellas están casi todas apagadas y el cielo es tan oscuro como la infinidad del espacio. Allí me estanqué, allí estoy.
Un banco pequeño a un lado me incita a su transitoria comodidad, al igual que a muchos otros y otras. Me siento, ¿ para qué seguir esperando de pie...?
Silencio, inapreciable, e impuro; humo de cigarrillo que se une en la interminable búsqueda de la brisa y se desvanece como pensamientos infectados de pasión. Imágenes recorren mi cabeza dejándolo todo desordenado dentro, jugando entre ellas a una especie de juego incomprensible.
Me retuerzo los sesos intentando encontrar palabras entredichas, que lo expliquen todo, y me doy cuenta que no me sirve de nada. El ser humano es solo eso, un ser, con la capacidad de razonar que no utiliza frecuentemente...
Me paro del pequeño banco y comienzo a caminar hacia la pared que lo obstruye todo. A mi espalda, una calle vacía y silenciosa, frente a mí, el muro mas alto que vi en mi vida. Lo toco, es frió al tacto, seria incapaz de saltarlo...
Me doy media vuelta y salgo a la calle, la interminable vía por la que transcurro mis días, diferente, pero siempre la misma, vacía y rutinaria, silenciosa y a la vez desesperante...
Camino... ¿hacia donde? No lo sé, espero encontrar esa respuesta algún día.
Ahora camino. Solo...

**Rulo**