domingo, marzo 12, 2006



"El otro"

Se encontró a sí mismo caminando sólo, por una calle que no conocía, sin rumbo definido. Su mirada perdida en las baldosas del suelo. Los sentidos no le respondían, en cambio su cabeza, como una máquina mal programada, emitía pensamientos discontinuos. La luna brillaba, pero al mismo tiempo estaba apagada, como todo a su alrededor... Paisaje de muerte, desolación, una analogía de la naturaleza muerta. Entonces lo vio. Él con sus manos intentaba alcanzarlo; “El otro” corría con la velocidad de un maratonista un par de metros más adelante. Él gritaba para llamar su atención, gritaba de muchas formas, no solo con su garganta y sin embargo “El otro” parecía sufrir de sordera, de vez en cuando se daba vuelta, le sonreía y seguía corriendo.
Se dio cuenta que era mejor no sufrir más, seguir mirando al suelo. Su corazón se partió en mil pedazos. Se sintió tan solo un juguete, una réplica exacta de un muñeco de plástico con la cual “El otro” había jugado a su antojo, pero recordó que Él lo había permitido y lo había disfrutado. Entendió que sus tiempos no eran los mismos, que “El otro” era tan solo un niño caprichoso que no medía sus actos, solo jugaba...
Comenzó a sentirse cansado, agobiado. La angustia le oprimía el pecho con la rudeza de una plancha metálica de 200 toneladas. Quiso llorar. No lo logró. No había lágrimas, se habían secado todas en su interior produciendo un dolor tan intenso que ni la muerte hubiera podido compensar. “El otro“ se detuvo y lo contempló desde lejos, pero no se acercó, y Él, comprendiéndolo todo, se dejó caer en un banco. Con las manos en su cabeza observaba la figura de “El otro” a la distancia.
Cerró sus ojos, para aliviar un poco la sensación de ardor en la vista. “El otro” se acercó furtivamente, secretamente, silenciosamente... Una vez a su lado, acarició la mejilla de Él y lo besó suave, pero apasionadamente en la boca. Luego desapareció. Él destapó sus ojos y al descubrir su ausencia, un manantial de lágrimas brotó caudalosamente por su rostro, empañándolo todo...
Se quedó allí sentado sin saber donde estaba, llorando desconsoladamente.
En su corazón solo albergaba un deseo... el fin.


**Rulo**

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